Te enciendes un porro. Tratas de calmar los ánimos y volver un poco en ti. Es lo poquito que te queda cuando, como ahora, estás lejos de casa y te sientes, a pesar de estar “acompañada”, tan terriblemente sola.
A ratos quisiera volver. Volver a mis paredes azules, a mi armario abarrotado de ropa limpia, a mi espejo con su pequeño altarcito, mi mesa grande y la música que yo elijo. A la comida siempre en la cocina y la nevera llena.
Pero nada fue nunca como lo recuerdas. La memoria olvida y olvida, en parte, porque es necesario olvidar para seguir viviendo. Quizás cuando vuelva a estar entre mis paredes azules extrañe esto. Extrañe este caos en el que a ratos me siento perdida. Y olvide, olvide lo malo que ahora tanto me aflige. Las dificultades, las lágrimas, los enojos. Olvide este sentirme chiquita, chiquita y perdida en medio de la nada, entre calles desconocidas, ignorando completamente qué es lo que pasará mañana. Y entonces quizás quiera volver de nuevo. Quizás entonces me empeñe por volverlo a intentar. Quizás entonces recuerde esos momentos en los que escribía mientras admiraba la gran ciudad, el monstruo que tanto aborrezco y a su vez tanto me fascina. Porque a ratos, incluso cuando me siento con la mierda en las rodillas, todavía puedo poner esos ojos curiosos que mi memoria recuerda de la primera vez y verlo todo como una niña que se maravilla ante lo nuevo y vistoso, y entonces, disfrutar.
Texto publicado en ERRR-Magazine: http://errr-magazine.com/volver-o-estar/
Imagen de Riccardo Ceccato: https://www.flickr.com/photos/47528850@N05